Rey o llama: el verdadero sentido de la libertad

Por Fernando Camargo

Se puede describir al hombre por sus cualidades tanto materiales como inmateriales. A grandes rasgos, las primeras nos dicen cómo nos vemos, las segundas, cómo somos. No somos determinados por lo material: en temas de personalidad, nuestra apariencia, características físicas y pertenencias personales pasan a segundo plano. Nuestra individualidad queda más bien definida por lo intangible: lo que pensamos, decimos y hacemos. En suma, somos fruto de la libertad. 

De la misma manera en que el hombre no puede ser hombre si no posee materia, ni la materia ser persona si no tiene libertad, la libertad no existe donde no hay espíritu. El hecho de que podamos hacer lo que queramos es consecuencia de nuestra dignidad, es decir, de no ser sólo materia: de ser personas. Así, nuestra humanidad no se agota en  sus componentes físicos, como sí ocurre en el caso de lo que define a una computadora.

La libertad, como facultad directa de nuestro espíritu, es un buen ‘medidor moral’ del ser humano. ¿Por qué razón se escala una montaña, se corre un maratón, se realiza una protesta o se defienden los derechos humanos? Más allá de la inspiración del hombre o de sus incentivos (que en muchas ocasiones pueden faltar), la razón última de su actuar es… ¡que le da la gana!

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                                           «And just like that, my running days was over»

La mayoría del tiempo, la gente hace cosas que a los ojos de los demás son absurdas, mas, para los que las realizan, una sola justificación basta: «porque quiero». La razón para comenzar una empresa puede ser la misma que se emplee para abandonarla. La increíble espontaneidad para actuar que nos brinda nuestra libertad podría hacernos pensar que no hace falta razonar para ser libres… ¡Absoluta mentira!

No es exagerado afirmar que hay libertades que nos esclavizan. Los vicios son actos de “libertad” que, no siendo subordinados a la razón, terminan llevándose a cabo sin el consentimiento de quien los experimenta. Es como si, al superar nuestra voluntad, dejasen de ser nuestros: la esclavitud del vicioso es estar sentado en un carruaje sobre cuyas riendas no tiene el control.  

A veces, un ‘porque quiero’ es causa suficiente para perpetuar costumbres que nos alejan de nuestros ideales. Y, cuando el tiempo está sobrado y no hace falta poner tanto ingenio en nuestras actividades, ese ‘porque quiero’, sumado a un porque puedo, se convierten en la bandera de la mediocridad. Dices que muchas cosas las haces porque puedes más bien diría: no las dejas de hacer ‘porque no puedes’.

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                          «¡Rápido, tienes 15 segundos para hacer lo que quieras!»

¡Qué difícil es vivir una libertad que nos haga más libres, que nos haga más humanos! Y con razón, pues decidir sobre nuestros propios deseos implica una constante lucha. Incluso al elegir entre dos cosas que no son necesariamente malas, nunca está de más preguntarse, ¿qué es lo mejor para mí en este momento?  Ésa es la recta ratio agibilium, es decir, la ‘rectitud de razón para elegir’, una definición clásica de prudencia.

El peligro más grande de no subordinar la libertad a la razón tal vez no sea que terminemos por hacer lo que no queríamos, sino que acabemos por no hacer lo quequeríamos. Hay quienes, en circunstancias muy penosas, han deseado nunca haber sido libres, para así evitar las consecuencias que se desprenden de no haber tenido la capacidad para hacer lo que tenían que hacer en el momento en que podían hacerlo.

Y, dado que cada quien es acreedor de las consecuencias tanto de sus acciones como de sus omisiones, ser libres exige de nosotros ser responsables. ¡Nuestra libertad tiene una dimensión social!: nadie es libre ni a expensas, ni a pesar de los demás. 

En ocasiones, el peor daño que podemos hacer al no ejercer inteligentemente nuestra libertad (lo que implica heroísmo muchas veces) no es el mal que hagamos, sino el bien del que podemos privar a quienes nos rodean. ¡No somos conscientes del gran impacto que tiene cada cosa que decidimos! ¿Quién no conoce a alguien con un talento que haya tirado a la basura? Mismo quien, bajo alguna excusa, oculta la cruda realidad de no ser capaz de tomarse en serio a sí mismo. La causa de fondo de tu «pereza» o de tu «falta de disciplina» tal vez no sea sólo ello,  sino que no te tomas en serio

¡Ésa es precisamente la función de la libertad: que nos podamos tomar en serio! ¡Es lo que nos da nuestras alas! La libertad es el traje de los grandes; cualquier otro  les queda corto. De nada nos sirve ser libres si seremos mediocres. Es por ello que ser libres implica un «agrandar nuestro corazón». San Josemaría Escrivá decía, «No vueles como ave de corral, cuando puedes subir como las águilas»... 

Por si no fuera poco, no tomarnos en serio nos impide crecer moralmente, pues, quien no se toma en serio, nunca tendrá la humildad de aceptar que tiene que trabajar mucho más y mejor; y quien, por no tomarse en serio descuida su libertad, ejerciéndola erróneamente, acaba cegado permanentemente para ver las necesidades de los demás… 

«¿Ya vieron?… ¿es patético no? pues, aunque no lo crean, esa llama alguna vez fue un ser humano»

-Kuzco, el emperador

Ejercer tu libertad como sea no es lo que te hace persona; lo eres desde un principio, y por lo tanto, posees dicha facultad. Pensar de la manera contraria explica el por qué sobran quienes terminan siendo presos de sus libertinajes. Como animalitos, van persiguiendo pequeños placeres. A veces pasan desapercibidos, porque aparentan no tener ataduras, pero los reconocerás cuando en la desesperación digan, como el joven emperador Kuzco: «¡dentro de esta llama hay un rey!». Sabrás que es mentira, porque ese ‘rey’, sólo hace cosas de ‘llama’: comer, dormir, vestir bien, etc… 

En este sentido, es más ‘rey’ aquel que, siendo capaz de ceder su propia voluntad, logra poner a los demás antes que a sí mismo, por aquella misma razón tan simple y sobrenatural: ¡porque quiere!… Y a ti, ¿tus libertades te dan para ser ‘rey’, o para ser ‘llama’?  

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